Me cuenta una buena amiga que sus más próximos vecinos la han llamado para con áspera acritud indicarle que si su conocido e identificado perro continúa ladrando con habitualidad tomarán medidas, y me dice mi amiga que no ha podido evitar enfrascarse en una acalorada disputa dialéctica con sus vecinos sobre perros reconocidos, fiestas en casas ajenas, y el ya tan manido de y tú más.