Antes de ponernos a pensar en cómo arreglar el mundo, deberíamos darnos una vuelta por nuestra propia casa. Puede que haya alguna bombilla fundida que tengamos que cambiar. Alguien que necesite un abrazo, o más atención. Una pequeña ayuda en la cocina. Unas palabras de ánimo. Un rinconcito para poner paz. Un momento para pedir