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El hambre emocional es ese impulso por comer algo, esas ganas de comer que no responde a que tengas que saciar unas necesidades nutricionales, unos requerimientos alimenticios. El hambre emocional se genera para calmar emociones que estoy sintiendo y que por lo general no me gustan, y encuentro en la comida una forma de adormecerlas, porque realmente es eso lo que hacemos , adormecerlas, ya que el hambre emocional no se sacia comiendo, se sacia queriéndonos, escuchando e identificando esas emociones y aprendiendo a gestionarlas de otra forma, no con la comida.
Todos hemos sentido el hambre emocional en mayor o menor intensidad, diferenciarla resulta imprescindible.
El hambre real, esa que aparece cuando necesitamos comer para nutrirnos no suele aparecer de golpe, va apareciendo poco a poco, puede esperar, se sacia con alimentos variados, y me sacia porque soy capaz de escuchar a la Leptina, que es la hormona de la saciedad, la que se dispara cuando ya he comido lo suficiente. El hambre emocional es inmediata, no puede esperar, se da de pronto, aparece en mi mente como una imagen, como una necesidad urgente de comer algo, ese algo suele ser un solo tipo de alimento, chocolate, galletas, patatas fritas. Normalmente alimentos ultraprocesados, con una hiperpalatabilidad, cargados de azúcar, sal o especias muy palatables.
Cuando se despierta el hambre emocional, no piensas en otra cosa, no te cuestionas nada más, la caja de galletas que hay en la despensa la tienes grabada a fuego en tu mente, y una fuerza enorme te impulsa a ir a la cocina, abrir la despensa y empezar a comer galletas.
Es después de haberte comido la caja de galletas cuando empiezas a pensar, a reflexionar, y es ahí donde aparece el sentimiento de culpa “no tendría que habérmelas comido”, “no sé controlarme”, “engordaré sin remedio” y muchos otros pensamientos que te harán sentir muy culpable, y ¿sabes que ocurre con la culpabilidad? Qué siempre va acompañada del castigo, así que con seguridad te vas a castigar, o bien restringiendo más las siguientes comidas, o bien machacándote con el deporte, o bien dándote otro atracón de lo que sea: “Total ya he perdido el control, qué más da”. Y da, y mucho.
El control lleva al descontrol, y así se sigue alimentando ese círculo del hambre emocional del que muchas veces resulta tan complicado salir.
Tenemos que ser capaces de identificar nuestras emociones y saber qué me está ocurriendo, no podemos seguir gestionando nuestras emociones a través de la comida.
Cuando éramos pequeños ante cualquier emoción o sentimiento que no nos gustaba, nos poníamos a llorar, nuestros padres o cuidadores que no sabían qué nos pasaba, todo lo solucionaban dándonos de comer, esto acompañado de las consiguientes caricias y mimos, ya un poco más mayores si algo nos frustraba nos daban una chuche, así nos han educado, así hemos aprendido a gestionar las emociones que no nos gustan. Y no es cuestión de responsabilizar a nuestros padres, que lo hicieron lo mejor que supieron, pero nosotros ya no somos niños, no podemos seguir comportándonos como si lo fuéramos. Que estoy triste, a comer, que estoy enfadado, a comer, que me aburro, pues como algo, que tengo rabia, seguro que picando algo me calmo, que me siento culpable, pues me castigo comiendo esta bolsa de chuches, que no consigo manejar mi vida, me voy a comprar unas ensaimadas.
Como veis así no vamos a conseguir lo que realmente deseamos, que es manejar esas emociones que me están haciendo sentirme mal. El comer me produce placer, y ese placer momentáneo puede calmar ese sentimiento que no me gusta o ese vacío emocional que estoy sintiendo, pero solo de forma momentánea, y además voy a empeorar claramente la situación, después de haberme comido esas tres ensaimadas voy a sentirme culpable y además la emoción que me llevó a comer va a seguir estando ahí, he ido a peor emocionalmente hablando, por no decir el daño físico que me estoy infringiendo, ganancia de peso, adicción al azúcar, consecuencias de comer demasiados alimentos ultraprocesados y poco saludables, etc.
Hay muchas maneras de identificar el hambre emocional y muchas técnicas para manejarla.
En mi último libro “La Alimentación Emocional. Pierde peso definitivamente cambiando tus pensamientos” te muestro cómo hacerlo. No es un libro de dietas ni de nutrición, es una nueva forma de comer, desde la aceptación y la consciencia, desde un cambio de pensamientos y sentimientos y así un cambio de acciones y actitudes, que mantenidas en el tiempo creen nuevas costumbres y hábitos y así nuevos circuitos neuronales que informen a nuestro centro regulador del peso, que esta es la mejor forma de comer y la más saludable y que sepa que nunca nada le va a faltar, porque eso es muy importante, nunca nada le va a faltar.
Dra. Marisa Navarro